Tras la muerte de su tía abuela, la joven Mónica hereda el viejo caserón familiar y decide instalarse en él, en compañía de su compañero Javier y, en su futuro próximo, de la niña de la que está embarazada. Desde que comienzan las obras de remodelación de la casa se suceden en ella los fenómenos inexplicables: un olor nauseabundo que invade la sala principal, repentinas bajadas de temperatura, un gran ficus del jardín que se resiste a ser arrancado... hasta que, de forma sorprendente, aparece un busto de mármol que representa a Venus, la diosa romana del amor, y que guarda relación con el oscuro secreto que esconde el lugar. Para Mónica se inicia así una dramática aventura que le llevará a entrar en contacto con un universo paralelo, el que separa la existencia de los vivos de la de los muertos, y que le trasladará a través del tiempo a una vida anterior, en los albores de nuestra era, en que se produjo un crimen execrable.
Han dicho de él...
La historia, al
fin, se impone por su astucia, perspicacia y solvencia
narrativa. Alguna vez, leyendo una novela llamada La
tabla de flandes, fruncí la nariz ante esa
superficialidad de los personajes arriba señalada. Por
suerte seguí adelante, y seguí adelante con todas las
siguientes novelas de Arturo Pérez-Reverte.
Y no creo que la comparación sea forzada. Care Santos es
una escritora prolífica que con este libro se acerca a
la línea de Julia Navarro o Matilde Asensi; también al
modo de entender la narración de suspense de Carmen
Posadas. Estos libros suelen llamarse “de
entretenimiento”. También suele decirse que la “crítica
seria” (creo que la misma Care Santos lo ha dicho) no se
ocupa de estas historias que atrapan antiguos temas
históricos, artísticos o religiosos, que ahondan y
juegan con ellos y los convierten en un acabado
artefacto narrativo.
En nombre de mi falta de seriedad, acabo esta reseña con
un gran elogio a la tragedia milenaria en la que de
repente quedamos sujetos, y allí nos quedamos, olvidados
ahora de la casa, empecinados en que se produzca algo
que puede resumirse así: hasta un cuerpo muerto puede
ser salvado, si es que se le devuelve su fisonomía en
forma de obra de arte.
L.N., suplemento Culturas, diario La Vanguardia
Destacan en La muerte de Venus tanto la reconstrucción de las formas de vida romana —el magnífico banquete ofrecido al emperador Octavio—, como el respeto y la fidelidad con que Care Santos pulsa las teclas del género espectral. La autora trabaja con un convencimiento sin el que resultaría imposible crear relatos fantasmagóricos para un lector al que, a solas, después de haber leído con gusto, se le ponen los pelillos de punta: es el convencimiento de James, de Wharton, de Sheridan Le Fanu... Sin embargo, tal vez, el aspecto más sobresaliente de esta novela se manifiesta en una prosa cargada de olores, sabores y sugerencias táctiles: el gusto de los manjares romanos, la suntuosidad y la opulencia de las carnes rellenas de pájaros vivos frente a la fresca sencillez de unos higos verdes, la delectación con que se describen los vinos y los alimentos —no sólo del pasado, también del presente—, el detallismo doméstico de un trapo de cocina, un poco sucio, prendido de un gancho... y, sobre todo, esa escena en la que Román, el tercero en discordia, acaricia de arriba abajo la curva del vientre de Mónica, embarazada, quien, entornando los ojos, casi maúlla como una gata. Lo único que no le perdono a Care Santos es que Mónica, conservadoramente, permanezca junto al escéptico Javier —y en esta novela el escepticismo es una forma de cobardía— y no disfrute por siempre de la sensualidad de Román, un cómplice de profanaciones, sustituciones y enterramientos, que por lo que parece tiene además muy buena mano... ¿O es que acaso este final debería recordarnos a la partida de tute con que acaba Viridiana? Si es así, sería perfecto.
Marta Sanz, La Tormenta en un Vaso
La autora catalana
ha replantada en el papel lo que tanto éxito tiene en
las pantallas, pues durante la lectura de su subyugante
novela uno no puede evitar visualizar cada escena como
si se tratase de una de esas películas que Jaume
Balagueró o Paco Plaza han dirigido para el proyecto
Películas para no dormir, del mítico Narciso Ibáñez
Serrador, que tanto ha hecho por el género fantástico en
nuestro país- Pero por si eso fuera poco, en el colmo de
la temeridad, Santos se ha acogido al subgénero de los
fantasmas, cuyos cimientos establecieron Henry James y
Sheridan Le Fanu, una temática exclusivamente
anglosajona que, como no podría ser de otro moda, ha
sido poco abordada en España.
Tras lo dicho, no cabe duda de que si algo puede ayudar
a que esta situación cambie serán productos tan bien
acabados como éste.
Félix J. Palma, revista Mercurio
Ana María Matute,
Ángel Basanta, Antonio Soler, Ramón Pernas y Pilar
Cortés, componentes del jurado del premio Primavera
2007, convocado por Espasa Calpe y Ámbito Cultural, lo
tuvieron claro: la novela de Care Santos que hoy nos
ocupa tenía que recibir un galardón en el certamen. Y
acertaron.
Y acertaron no sólo porque La muerte de Venus sea una
espléndida obra (que lo es) sino porque la prisa de Care
esrá, en este libro suyo y en los restantes, recubierta
por una suerte de barniz mágico, por una condición
magnética tal que, una vez que los lectores rozan con
sus ojos las primeras páginas, los captura y los lleva
de la mano hasta el final, sin permitirles tregua,
abandono, ni desvío. (...)
Care Santos nos ofrece en las páginas de La muerte de
Venus, al menos tres novelas diferentes: la primera, una
narración de fantasmas; la segunda, una novela
histórica; y la tercera (tal vez más camuflada, pero no
menos habilidosa y rotunda) una novela psicológica,
donde se nos aproxima a los miedos del ser humano y
donde se investiga con seriedad y con rigor la piel y la
carne de nuestros pánicos. Si usted, lector, ya conoce
alguna obra de Care Santos y ha gozado con su habilidad
literaria, le daré un consejo: no tarde en devorar ésta.
Y si pertenece al grupo de quienes todavía no han
experimentado ese placer permítame un consejo mucho más
categórico: cámbiese de bando cuanto antes. Se está
usted perdiendo a una de las mejores escritoras de
España.
Rubén Castillo Gallego, Tribuna del Noroeste (Murcia)
Con una treintena de títulos narrativos a cuestas y un montón de reconocimientos al que viene a sumar el de Finalista del Premio Primavera de Espasa, a Care Santos hay que reconocerle una presencia cada vez más destacada en la actual narrativa. Como hay que destacar su incesante búsqueda de motivos para perderse en el subsuelo de todo lo que se le ofrezca como potencial creativo. Desde sus comienzos, su personalidad ofreció una prosa cuidada, intimista, densa y sugerente por la cantidad de matices con los que ataviaba un relato. Después, como la contumaz narradora que es, probó el difícil terreno de la aventura esencial a la novela que recupera la trama argumental, la ambientación realista, la intriga manejada desde diferentes modos de referir un suceso, lo que le ha valido ganarse a lectores de muy distinta condición y crecer como creadora de ficciones fabricadas al calor de un estilo siempre literario.
Pilar Castro. El Cultural, diario El Mundo
Care Santos ha conseguido, en esta novela de intriga dosificada y poliédrica, armar una estructura narrativa de tres tiempos y tres historias. La de la joven protagonista que, tras el hallazgo del fantasma airado de una romana asesinada, reordenará su pasado familiar y sus preferencias, la de su compañero sentimental inmerso en la problemática presente de una separación conyugal y la propia historia de un escultor en la Roma de Julio César que es contada en tiempo real. Estos son los vasos comunicantes de una ágil y entretenida trama, en torno a la venganza y al descanso de las almas, que juega con la parodia, el escepticismo y la sugestión que conlleva todo hallazgo arqueológico, para envolver al lector en una ascendente intriga que alcanza su mayor acierto en los capítulos finales que culminan con un sorprendente desenlace.
Otro logro de la autora es el de equilibrar y encajar en la historia la huella de Virgilio y la impronta de M. R. James, de Wilde y Lovecraft (al poner en relieve el elemento fantástico vinculado a los estados de ánimo y a la conjunciones imprevistas entre los sucesos y las personas) con la realidad de la cotidianidad que refleja los celos, el donjuanismo, la burocracia administrativa o la picaresca. El resultado es una interesante novela que resalta la importancia de la arqueología para conocer la Historia.
Guillermo Busutil, La Opinión de Málaga, 28 de abril de 2007
Con el añadido de
que Care Santos consigue (algo difícil en una narración)
no sofocarnos bajo una balumba de datos, no hacer alarde
de lo mucho que ha estudiado sobre el tema y cuánto se
ha documentado; antes bien, nos ofrece la información
necesaria pero nunca tanta que llegue a estorbar el
ritmo de la lectura y, sobre todo, el fin del
entretenimiento, objetivo último y completamente
legítimo de esta novela. Por lo demás, insistir en lo
cuidado del estilo y en la falta de errores
gramaticales, algo que debería darse por supuesto en un
escritor pero que hoy es rara avis en el panorama
literario. Señalar que los personajes, incluso la
presencia fantasmagórica, presentan una coherencia
interna y una lógica literaria, aunque en algunos casos
rocen peligrosamente lo caricaturesco, como el
conquistador impenitente (de mujeres, claro está).
(...) Me ha quedado por tratar el tercer factor
fundamental de la carrera de un escritor: el prestigio.
No tengo espacio y me limitaré a decir que Care Santos
lleva, desde luego, todo el camino de conseguirlo. Por
lo pronto, ha conseguido pasar el duro portazgo del
acceso al gran público con una obra digna, incluso de
bastante nivel, lo cual no es fácil viendo lo sucedido
con escritores anteriores.
Miguel Baquero. Literaturas.com