Sinopsis
Eugene Schieffelin es rico, singular y aficionado a los pájaros. Su hermana y su mujer, devotas amantes de Shakespeare. Sus amigos, miembros de una Sociedad más desfasada que científica que sueña con llenar los cielos neoyorquinos de pájaros europeos. Nueva York, una ciudad que aún no se parece a ella misma, el escenario ideal para cualquier locura, por descabellada que sea.
En esta novela, ambientada en el Nueva York de la segunda mitad del siglo XIX, Care Santos mezcla personajes reales tan extravagantes que podrían ser imaginarios con seres imaginarios que merecerían ser reales para construir una fábula sobre la condición humana, el poder del amor, el lastre de la pérdida, la valentía de los pioneros y las consecuencias fatales que a veces pueden tener nuestros actos más bienintencionados.
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Por qué esta historia
Care Santos
El origen de esta novela está en la calle Catorce,
esquina con la calle Broadway, en Nueva York. Allí se
encuentra la librería Strand, un lugar de peregrinaje
obligado para cualquier amante de los libros que pise la
gran manzana. Allí compré un pequeño volumen de tapas
azules titulado How Shakespeare Changed Everything
(Cómo Shakespeare lo cambió todo), escrito por el
periodista Stephen Marche. No reparé al comprarlo que
sobre el busto de Shakespeare que aparecía en la
cubierta posaba, orgulloso, un pequeño pájaro de plumaje
negro moteado: un estornino, claro. Al leer el libro
tropecé por vez primera con la historia de Eugene
Schieffelin y su hermosa y catastrófica ocurrencia de
introducir los pájaros de Shakespeare en los Estados
Unidos.
De inmediato quise saber más de él. Quién fue ese
Schieffelin, de dónde procedía, cómo surgió su idea, qué
hizo para llevarla a cabo. Tropecé, sin embargo, con una
absoluta falta de información. Eugene Schieffelin, que
debió de ser un hombre discreto —por propia voluntad o
por la de otros, quién sabe—, legó menos a la posteridad
que sus ancestros (los tres Jacobs: abuelo, bisabuelo y
tatarabuelo), que su abuela Hannah o que algunos de sus
tíos, sobrinos o sobrinos nietos, que son bien conocidos
y recordados como prominentes hombres de negocios o como
personas de gran influencia en su tiempo. A Eugene, en
cambio, solo se le recuerda en relación con los
estorninos. Algo que se sabe que hizo, pero no cómo ni
por qué, y que a veces incluso se pone en duda. Como se
ponen en tela de juicio su presunto amor por Shakespeare
y que la introducción de los estorninos formara parte de
un plan más amplio y más romántico, de introducir todas
y cada una de las especies ornitológicas que aparecen en
la obra shakespeariana. Lo que se sabe es que introdujo
el gorrión común y el estornino europeo. Lo demás, como
suele decirse, es leyenda. Es decir, literatura.
Schieffelin era un personaje literario antes de que yo
lo convirtiera en el centro de esta novela.
Hay dos razones más que me llevaron a escribir esta
historia. La primera es, inevitablemente, la pandemia.
Comencé a leer sobre Eugene Schieffelin poco después de
que se decretara el primer confinamiento, el 15 de marzo
de 2020. Había planeado un viaje a Nueva York para
aquella primavera que, por supuesto, no pude realizar.
Fue la primera vez en más de quince años que falté a mi
cita anual con la ciudad —que para mí es un lugar de
inspiración y recuperación como pocos—, de modo que algo
tenía que hacer para no echarla tanto en falta. Así que
decidí escribir sobre esa ciudad que tanto quiero. Al
fin y al cabo, Nueva York era un personaje más en esta
trama. Y escribir, como leer, es otro modo de vivir. Tal
vez el mejor modo de vivir que existe, en opinión de los
lectores. Así que esta novela fue para mí un modo de
combatir la nostalgia, pero también de enfrentarme a
todos los fantasmas de los inicios de la pandemia. Y
algunos más, personales, que en compañía de Schieffelin
se hicieron algo menos insoportables hasta que llegó el
momento de subir al avión y regresar al sitio del que no
había salido durante los largos meses de escritura. Al
fin pude visitar los escenarios de mi historia, terminar
la documentación, conocer a algunas de las personas que
me ayudaron a distancia y conocer en persona a los
estorninos de los que tanto había escrito. Fue muy
emocionante. Ojalá estas páginas emocionen, diviertan y
sirvan de escapatoria para los lectores a quienes
pertenecen ya.