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Destino (Áncora & Delfin)
Barcelona, 2025, 424 pp
ISBN: 9788423367696

 

«¡Silencio! Es el amor que pasa».

«Muerte, sí, pero, sobre todo, amor. El amor que lo cambia todo. Que nos transforma, transforma nuestra vida. El amor que llega, que pasa, que queda. Al cabo, solo el amor queda. Es la mejor herencia, el mejor patrimonio. Esta es una historia de amor. Una historia sin ficción escrita por una novelista.»

Cuando su madre muere, la narradora de este libro descubre una caja con cartas que llevan décadas esperándola. Contienen una historia de amor inesperada —la de sus padres, Antonio y Claudina— y también el retrato de una época, de dos familias —la de él, andaluza; la de ella, barcelonesa— y de un país en plena transformación.

«Cuando ella quiso me contó lo que ocurría: había sacado del armario la caja con las cartas de papá y las estaba leyendo de nuevo, por primera vez en todos aquellos años. Las había clasificado por fechas, las había guardado en sobres, me dijo. Le pregunté si podía leerlas. Contestó lo de siempre.—Cuando me muera. Tardó un par de semanas en leer de nuevo todas las cartas. Cuando terminó le pregunté qué tal. Su respuesta:—Me he vuelto a enamorar de tu padre.»

Antonio Santos se apea del tren en la estación de Francia en Barcelona un 22 de diciembre de 1955. Veintiséis horas con veintitrés minutos de viaje y 1.137 kilómetros desde que el tren salió de la estación de Sevilla. Junto a él, muchos otros que viajan en el Sevillano se dirigen a la incertidumbre de un futuro que imaginan mejor al pasado que quedó atrás. Son los años de las grandes oleadas migratorias. La chiquilla que lo espera seria, nerviosa, se llamaba Claudia o Claudina Torres. Él va a conocer a su novia, tras 12 meses de correspondencia.

«Voy a que me conozcan los tuyos, a que tus amigas sepan que tienes un novio feo, a que me envidien tus admiradores, a que todas las piezas del baile sean para mí, a hacerme una foto de galería contigo, a leerte todos los versos que te gusten, a que se convenzan los inconquistables de que en Andalucía hay algo más que tarambanas, a que me digas de una vez que te casarás conmigo pase lo que pase, a vencer los vientos adversos de Doña Antiandaluces, a decirle a tu madre que le queda andaluz para tiempo, a darte algo que te debo y a traerme algo de ti.»


Un anuncio: «Solicitan correspondencia».
 

Toda historia tiene un por qué, un inicio. Esta empezó un año antes del viaje, cuando inesperadamente Antonio Santos recibió cartas y cartas, todas escritas por mujeres a las que no conocía. Algunas de ellas nombraban un anuncio, una revista, Cine Mundo, un deseo que al parecer él había expresado (él no había hecho tal cosa). Con las primeras cartas, se acercó al quiosco en busca del seminario de variedades cinematográficas, jamás lo había leído y nunca se le habría ocurrido comprarlo.
Lo hojeó con rapidez hasta dar con la sección que estaba buscando: «Solicitan correspondencia». Letra menuda, seis columnas, docenas de nombres. Buscó el suyo, y lo encontró también, como temía: «Antonio Santos, calle Rafael María de Labra, Sevilla. Con chicas españolas, portuguesas y latinoamericanas de 17 a 55 años».
 

«¡Silencio! Es el amor que pasa».
 

¿De qué nos enamoramos? ¿Qué precio pagamos por amor? ¿Qué poder tienen sobre nosotros los sentimientos?

El amor es un gran enigma. El mayor de nuestras vidas. Antonio Santos se aplicó en la atender la correspondencia. Leyó cada una de las cartas y sopesó a cada una de las remitentes. Hasta que la voz de Claudia, una joven catalana, le atrapó. A partir de entonces la correspondencia creció entre ellos y el amor pasó, un amor extraordinario, imparable, insensato, incomprensible, que llenó ya cada una de las facetas de la vida de este joven sevillano. Un encuentro fugaz en Sevilla, el primero, fue definitivo para nuestro “Napoleón del amor”. Así se definió el mismo tras conocerla en persona.

«No necesitaba más para convencerme de que ella era la mujer que yo quería en mi vida para siempre. ¿Te parece poco tiempo? Fueron cincuenta y siete minutos, pero me habrían bastado dos segundos. ¿Una locura? Tal vez. El amor no suele ser cuerdo. Lo importante estaba ya dicho en docenas de cartas. ¿Estaba yo más enamorado que ella? Qué importa eso ahora. Dichoso el que ama y no es rechazado. Lo único que importa en el balance de la vida es amar y ser amado. »
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