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Sinopsis
Poeta casi secreta, este volumen recoge más de
veinte años de la escritura poética de Care. Poemas impertinentes, poemas de
amor o no pocos homenajes literarios se reúnen en este volumen con el que Care
regresa a la poesía, una de sus mayores pasiones, y no solo como lectora. Página de Trea, haciendo click AQUÍ
Tres poemas del libro: SERVICIO PREMIUM
Te quiero y te quiero ahora. Como cuando quiero un libro, un cuaderno, una hamaca, un tendedero, un frasco de tinta Orange Dream, un hervidor de agua, un buen insecticida que mate cucarachas y entro en Amazon (servicio Premium) y elijo de entre los veinte disponibles el que más me conviene y sé que sólo quedan
veinticuatro horas de impaciencia.
CRIATURAS EXTRAÑAS
El amor es contigo como una de esas flores que nacen a la sombra de pronto, en nuestra casa: tan raro y repentino, venido de quién sabe qué parte, a qué tan colorido, simétrico y hermoso, tan parecido a una alucinación, con lo mal que anda el mundo, con la de cosas feas que salen en la tele, tan etéreo, sutil, evanescente, tan propicio a la desaparición y en cambio, tan terco, convencido, tan orgulloso de ser como es y tan mío, por dios, cómo es posible.
EL PERDÓN EN LA CALLE ATOCHA
…y no me destierres al fin de ese corazón mío.
Una tarde de invierno del siglo XIX una dama enigmática llamada doña Emilia dentro de un carruaje en la calle de Atocha, aguardaba, palpitante y en vano, a que Benito Pérez, el mayor novelista de su tiempo acudiera a la cita.
Ella le había escrito una carta convulsa implorando un perdón que no fue suficiente. Dentro del coche, sola, arrepentida, tuvo que comprender que no era perdonada y también que el mayor novelista de su tiempo era en estos asuntos de celos y desplantes un hombre como todos los demás. Un hombre, al cabo. Un hombre.
Otra tarde de invierno, tres décadas después, doña Emilia detiene sus pasos orgullosos ante una vieja tumba recién cicatrizada. Aquí yace el mayor novelista de su tiempo a quien ella adoró y escribió cartas, a quien brindó consuelo en su pecho abundante, con quien viajó por tierras extranjeras, siempre con disimulo clandestino, de quien tuvo consejo, admiración, amistad, compañía y la justa alabanza que evita sucumbir al escritor, en suma: más de lo previsto, incluido el perdón que buscó aquella tarde en la calle de Atocha.
Hacer que te perdonen y llegar al final: no es mal balance.
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