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Ed. Alba, Barcelona, 1997
311 pp. ISBN: 84-88730-28-4

Descatalogado

Sinopsis

Con la llegada del cine, los espectáculos de variedades están condenados a desaparecer. Alondra Segovia, una de las más encumbradas artistas españolas de los años veinte y treinta, vive los últimos momentos de su gloria en los escenarios antes de que las viles argucias de un chantajista casi profesional, Diego Rabasca, la obliguen a retirarse en pleno éxito y a recluirse en su casa, en compañía de su ahijada, Angelina. Allí será asediada constantemente por un hombre al que abomina pero que habrá de ser la tabla de su salvación: Gaspar Montesinos, su más fiel admirador.
    ¿De qué armas se vale Rabasca para su chantaje? ¿Qué secreto esconde tras su máscara de grandeza Alondra Segovia? Las páginas de esta intensa novela permitirán al lector adentrarse en aquella Barcelona que a principios de siglo aplaudió emocionada a Carlos Gardel y Raquel Meller, y le transportarán a un mundo ya caduco, poblado de perdedores sin remisión. Ésta es la historia una mujer que no pudo admitir su derrota y de un hombre que la adoró más allá de los límites de lo racional.

Han dicho de ella...

El tango del perdedor marca la entrada de Care Santos en los dominios de la novela extensa. Y lo primero que debe decirse es que la autora ha dado este paso con especial fortuna. Porque ha logrado redondear una novela interesante, construida con destreza y habilidad, bien escrita y con una graduada suspensión de la intriga que atrae y mantiene la atención del lector sin decaer en ningún momento a lo largo de sus más de trescientas apretadas páginas. (...)
           
El tango del perdedor encierra valores más que notables que reclaman una positiva recepción. En su conflicto novelado se indaga con sensibilidad y hondura en delicados matices de las relaciones personales y de la educación sentimental, desde la iniciación sexual en años de adolescencia y de juventud hasta una atracción irracional que absorbe la vida de un hombre, desde la amistad duradera en el amparo y la gratitud entre dos mujeres, hasta el oportunismo y la extorsión ejercidos por un desalmado. Pero el significado de la novela no se agota en esta dimensión individual del éxito o del fracaso en una historia de perdedores. Hay un alcance colectivo que entronca el relato con la historia de aquella época, con el declinar de los espectáculos de variedades y el ascenso del cinematógrafo.

Ángel Basanta
ABC Cultural, 21 noviembre 1997

 

El tango del perdedor acomete un desafío ambicioso y denso: recrear la Barcelona del primer tercio del siglo XX —la ciudad de la Exposición Universal de 1929 y el declive de los espectáculos de variedades con la llegada del cinematógrafo, la espectadora de la Primera Guerra Mundial, la integrante de una sociedad alternadamente republicana y monárquica—, donde se suceden varias décadas de profundos cambios. A través de dos narradores —la ahijada y el adorador de la famosa bailarina Alondra Segovia, cuyo nombre esconde a un fenómeno artístico real— se desvela la acción hasta formar un mosaico lleno de personajes variopintos, todos ellos perfectos perdedores que llenan las Ramblas y el Barrio Chino.
            En el centro de esta hermosa tristeza de vivir ese tiempo, la bailarina se retira para siempre acosada por un chantajista. Después halla su salvación en el comportamiento enfermizo de su más activo admirador. La negación de la derrota por parte de Alondra y el amor irracional de un individuo desgraciado serán las coordenadas psicológicas para construir una trama política. Texto agilísimo de sencillez decimonónica, de aquellos en que se espera el final con la ansiedad de las buenas obras que transportan a un mundo de otra época.

 

Toni Montesinos
Voces de la tribu, Lateral, noviembre 1997

 

...y una crítica asesina (que no falten)

El tango del perdedor adolece principalmente de tres defectos: ingenuidad, alargamiento innecesario y previsibilidad en el devenir de la trama. (...) En su afán por retratar con veracidad la Barcelona de los años 20 y 30, la autora se pierde a veces en los datos históricos sin relación aparente con el argumento y saca a escena personajes reales por mero exhibicionismo —por ejemplo, la ridícula aparición de Jacinto Benavente—. Ello redunda en un ritmo narrativo espeso que se explaya en detalles sin importancia que rebajan el interés del clímax de los momentos de tensión —el asesinato del marido...—, y cuya ingenuidad (los protagonistas tienden a expresar lo que piensan y sienten constantemente) choca con estrépito con el "macguffin" de la novela: las prometedoras fotos de la bailarina Alondra Segovia iniciando sexualmente a su ahijada de 12 años. Esta escena, oculta futilmente al lector hasta las últimas páginas —pues se adivina con su simple desarrollo—, demuestra la debilidad de El tango del perdedor: o se construye una novela en torno a una escena de alto voltaje o se ofrece una visión retrospectiva del mundo del espectáculo. Unir ambas cosas lleva a una tierra de nadie donde el objetivo del narrador se encuentra completamente fuera de lugar.

Juan Carlos Palma
Sanlúcar información, 7 a 13 de marzo de 1998